miércoles, 20 de enero de 2016

La gran apuesta (2015)


"A Wall Street le encanta usar términos confusos para hacerte pensar que sólo ellos pueden hacer lo que hacen. O mejor aún: para que los dejes de molestar".



Hablemos hoy de otra película llena de nominaciones para los Oscar venideros y que, otra vez, se basa en hechos reales. Ya en serio, ¿tan grave es la crisis de ideas en Hollywood como para tener que tirar una y otra vez de sucesos chungos que han afectado a la Humanidad de una u otra forma? Bueno, lo cierto es que en el caso de La gran apuesta, por lo menos nos encontramos con una película que realmente merece la pena ver.

Ya sea por sus notables intérpretes, su vorágine de comedia negra y la forma tan cruda y a la vez divertida en la que trata un tema como la crisis inmobiliaria estadounidense de 2008, la verdad es que se hace realmente recomendable. Básicamente, nos encontramos ante una peli que mezcla ingeniosamente la dinámica de El lobo de Wall Street con una moraleja que te destrozará por dentro. Porque créeme, a poco que entiendas de economía básica, te vas a cabrear viendo esto.



La trama, basada en el libro homónimo de Michael Lewis, nos cuenta la historia de cuatro hombres (Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling y Brad Pitt) que se dieron cuenta, antes que nadie, de que la explosión de la burbuja inmobiliaria estadounidense era cuestión de tiempo, y somos testigos sobre cómo los protagonistas se plantean la posibilidad de ganar dinero de una forma arriesgada: apostando contra el mismo sistema, la banca y las predicciones de los analistas más optimistas. 


Dicho esto, la historia utiliza la narración de Ryan Gosling (un trabajador avispado del Deustche Bank), que se da cuenta del desastre y se pone en contacto con el grupo de Mark Baum (Steve Carell) para sacarle partido a la situación. En otro lugar, Michael Burry (Christian Bale), un ex-neurólogo con ceguera en un ojo y síndrome de Asperguer, realiza la operación por su cuenta ante las burla y enfado de sus superiores, que lo consideran un inmaduro y creen que está tirando mucho dinero a la basura. Como curiosidad, el director tira en numerosas ocasiones de la cuarta pared, cameos de famosos y un ácido sentido del humor para explicar al espectador, de la forma más simple posible, el podrido funcionamiento interno del sistema inmobiliario americano en aquellos días.

A decir verdad, es fascinante ver que, a pesar de los muchos términos macroeconómicos que utiliza, Adam McKey consigue mantener nuestra atención, aunque no de la forma más deseable. Si bien yo me considero muy pez en cuanto a economía y pude pillar lo básico de la problemática inmobiliaria, lo cierto es que la película exige una atención absoluta y constante a los diálogos, que por cierto, son incesantes, rápidos y en ocasiones complicados de seguir. Así que puedo entender que haya gente a la que no le gusten las finanzas y no se entere de nada de lo que están diciendo los personajes y, lo que es peor, que pierda la atención y acabe pasando olímpicamente de la historia.


Eso sí, si logras atar hilos y asimilas las divertidas explicaciones que nos dan (mediante cameos de buenas gentes como Margot Robbie o Selena Gomez), verás que todo fluye mejor. No a la perfección, ni mucho menos, pero te absorberán mejor la trama y los nefastos acontecimientos que se van sucediendo. Y créeme, no son pocos...

Uno de los grandes puntos de La gran apuesta es el hecho de que, de una forma terrible, nos vamos dando cuenta de las artimañas, la pasividad y la sangre fría de los banqueros y "brokers" de Wall Street a la hora de estafar a inocentes compradores, metiéndolos en hipotecas de riesgo que acabaron en el fango cuando estalló la burbuja. Para ello, utiliza una serie de términos como CDO (obligación colaterizada por deuda) o hipotecas sub-prime para explicar el incumplimiento crediticio de los mercados, que jugaron durante mucho tiempo a ser Dios y acabaron pegándose una hostia que no olvidarían.


Y en la trama encontramos de todo: personajes sin estudios que aprovecharon el chollo para hacerse de oro en poco tiempo, gente que "poseía" casas a base de préstamos de altísimo riesgo, inspectores que miraban hacia otro lado... Todos, ilusos ellos, pensando que aquel sueño duraría eternamente, y que era algo estúpido no aprovecharse de ello. También podemos observar, aunque en menor medida, el drama de la gente de a pie, la que sufrió verdaderamente este desastre: 6 millones de puestos de trabajo perdidos, 8 millones de desahucios... y esto solo en Estados Unidos, porque el efecto contagio (bien lo sabemos) acabó afectando a casi todo el planeta.

Así, nuestros protagonistas se meterán hasta el fondo en este mundo de corruptelas, mentiras e irrealidad, e irán descubriendo poco a poco que las consecuencias del colapso inmobiliario podrían llegar a ser monstruosas. Una lástima que sus intentos por denunciar la situación sean desoídos por todo el mundo (periodistas afamados incluidos), a pesar de que hay serios indicios para pensar que el derrumbe del sistema parece inevitable.


Centrándonos en los personajes, es de agradecer que cada uno tenga una personalidad diferente. Sé que a Christian Bale le han llovido muchos elogios (y con razón) por su interpretación, pero en mi caso no puedo sino aplaudir a Steve Carell por su extraordinario papel: y es que sabe mezclar perfectamente los rasgos que definen la complejidad de su personaje, ya sea con un divertido y soez lenguaje directo o mediante el derrumbe total de sus emociones. Su actuación es muy completa y, desde mi punto de vista, realiza uno de los mejores papeles de su carrera.

No obstante, todos los actores (principales y secundarios) saben manejarse muy bien en el maremágnum ácido y desproporcionado de los acontecimientos, al que dan un tono acertado tono de comedia picante. Se involucran en el sistema y en principio quieren aprovecharse económicamente del vacío legal que ha supuesto su descubrimiento, pero a medida que vayan descubriendo la magnitud del desastre, tendrán que enfrentarse a un gran dilema moral. Bueno, no todos, pero eso es algo que tendréis que descubrir por vosotros mismos.


La música de Nicholas Britell apenas aparece, y la película utiliza temas reciclados de bandas conocidas para dar énfasis a las situaciones. La dirección es muy buena y cuenta con excelentes detalles, ya sea rompiendo la ya mencionada cuarta pared como utilizando imágenes reales de aquel tiempo: entrevistas a famosos, patéticas declaraciones de banqueros optimistas, desahucios y desalojo de grandes entidades bancarias... Todo ello nos ofrece la ambientación perfecta de aquellos "años de la locura", y augura a Adam McKay un brillante porvenir como realizador.

Más allá de esto, vuelvo a insistir en que si tus conocimiento en macro-economía no son los mejores, quizás esta no sea tu película. No es el típico producto al uso, a pesar de estar basada en un suceso real, y es probable que no sea la mejor opción si buscas una experiencia tranquila y que te lo expliquen todo paso a paso. También es cierto que, a pesar de su cuidado guion, a veces se aturulla en cosas que no vienen a cuento (cierto es que las historias detrás de cada protagonista son interesantes, pero al final no ofrecen mucha miga) y en ocasiones puede ser pretenciosa como ella sola. Y eso por no hablar de su obvio parecido con El lobo de Wall Street, que la supera en casi todo...


Pero lo cierto es que, al igual que Spotlight, La gran apuesta es un film necesario. Necesario para comprender, aunque vagamente, lo que nos llevó al colapso. Necesario para entender que la gente sin escrúpulos y con déficit neuronal es la que. de una forma u otra, maneja los hilos de nuestra existencia. Y necesario también porque invita a una reflexión bestial y ofrece un punto de vista que puede cabrear a más de una institución bancaria o a agencias de calificación de riesgo por decir verdades como templos. Y a ti también, ya de paso, en cuanto empiezan a aparecer los créditos. Pero las dos horas de indignación merecen la pena.

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LO MEJOR: gran trabajo en la dirección y muy buenas interpretaciones, con mención especial a Steve Carell. Utiliza un estilo realista, muy ameno y a la vez hijoputesco para involucrarnos en la trama y en el colapso del sistema.

LO PEOR: es una lástima que el estilo que he mencionado arriba esté penalizado por unos diálogos rápidos y llenos de términos macroeconómicos, que a veces convierten el seguimiento de la historia en un imposible. "Huele" mucho a cierta película de Scorsese...


VALORACIÓN: 7,75/10. Adam McKay nos sorprende con una cinta que, pese a no ser perfecta, plasma de forma hilarante pero también dura la volatilidad de la economía mundial. Invita a la más cruel de las reflexiones.

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