lunes, 30 de noviembre de 2015

Salad Fingers (2004 – actualidad)


“I like it when the red water comes out…”

No huyáis. Sé que la sola mención de esta webserie bastará para que algunos no quieran acercarse al blog nunca más, sobre todo cuando empiece a afirmar mis motivos para creer que el protagonista es, en el fondo, muy achuchable y digno de lástima, pero… ¡eh! ¡Eh! ¿Dónde ha ido todo el mundo? En fin. Me quedaré acariciando esta cuchara oxidada…

En 2004 (si bien no sería hasta un año más tarde que el éxito sería rotundo) un señor de ideas un tanto siniestras que respondía, y sigue haciéndolo, al nombre de David Firth, creó una serie animada en flash que se convertiría en una sensación en la red: la inquietante, extraña, onírica, desagradable, malrollera y única Salad Fingers.

La historia sigue a… una especie de… ser… humanoide… verde… ¿cosa? Que, básicamente, está un poquito traumatizado de la cabeza, tiene delirios extraños, visiones, ataques de ansiedad, episodios psicopáticos, y fijación por las cosas oxidadas, la sangre y todo lo que pueda resultar asqueroso a un espectador normal. Vamos, lo típico.

Este simpático ser, Salad Fingers, vaga a sus anchas por un mundo absolutamente desolado y muy postapocalíptico, en el que vemos alguna que otra casa, un árbol, en ciertos pasajes (probablemente soñados) un bosque, utensilios humanos y soledad y vacío en muchos kilómetros a la redonda. Y un ruido de polvo y tierra cada vez que algún personaje (personajes que, por cierto, no suelen hablar, sino balbucir, gruñir, gritar o emitir sonidos horrendos) da un paso.

La baza que juega la serie, igual que en otras ficciones de Firth, como Dog of Man, es la del terror psicológico, más inquietante que otra cosa, y fundamentándose sobre todo en lo desagradable de las acciones de Salad Fingers, que difícilmente podemos comprender, la sencillez cruda de la animación y, sobre todo, un apartado sonoro chirriante, repetitivo y muy reminiscente de un terror que va desde El exorcista hasta el j-horror.

Al menos, así sucede al principio, en los capítulos que resultan, quizás, más desagradables de ver. Según avanza la historia, de hecho, los elementos inquietantes van creciendo en intensidad y son cada vez más protagónicos; sin embargo, en la misma medida lo hacen las indirectas que pretenden explicarte lo que sucede… o eso queremos creer, pues bien podría ser el autor riéndose de nuestras interminables especulaciones.

Por otra parte, desde el primer instante la inquietud y el mal rollo vienen dados por el protagonista. A medida que avanzan los capítulos, que también crecen en duración (pasando de los 2 minutos del primer episodio, a los 10 minutos del último, estrenado en 2013), aumenta la empatía del espectador hacia Salad Fingers, por quien (prometo que no soy el único que dice esto, no estoy del todo loco) se puede llegar a sentir pena sincera.

Lo adictiva que resulta la serie, que no alcanza ni una hora de duración, es ejemplar de lo bien que maneja Firth los elementos de una trama aparentemente absurda e incoherente. Las explicaciones a ese mundo en que vive Salad Fingers son interminables, a gusto del espectador. El que solo veamos muerte y desolación lleva a muchos a creer que la “Gran Guerra” de la que habla nuestro protagonista humanoide fue un episodio atómico que dejó al mundo en ese estado; para otros, sin embargo, nada de lo que se muestra es real, y existe en la mente de Salad Fingers, quizás a raíz de un trastorno de estrés postraumático (producto de esa Gran Guerra que seguiría siendo real) o de un simple delirio bipolar.

Como fuere, la lástima hacia el personaje, verde, desgarbado, calvo y desagradable, es real. Su inocencia hace que nos asusten sus reacciones en la misma medida en la que nos apenan y… en fin, que me da pena. Total, después de decir estas cosas no sé si quedará alguien leyendo el artículo. I like to caress rusty spoons.

El pasado año, con motivo del décimo aniversario de la serie, el propio Firth reunió todos los capítulos en un solo vídeo. Existen versiones no oficiales subtituladas, si bien las animaciones incluyen texto en pantalla en ciertas partes (cosa que no contribuye precisamente a la tranquilidad del espectador), y el diálogo en general es bastante asequible. La serie no está cerrada, de momento, aunque el esperado capítulo 11 se hace mucho de rogar.


Allez-y, mes ami!

Buenas noches, y buena suerte.

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¿Tengo que ver esto?: Da bastante mal rollo. Corres el riesgo de cogerle cariño a Salad Fingers, como me sucedió a mí, y sentir mucha pena por el pobrecillo.

¿Cuál es el mejor momento?: La escena en la que canta Somewhere over the rainbow o aquella en la que hace girar sus dientes como si fueran una caja de música son realmente desagradables. Por otra parte, el encuentro con su “hermano” y la posterior despedida es muy, pero que muy, triste.

¿Dónde debería ver esto?: A mí el mundo postapocalíptico ese me parece mu bonico, tete.

Me ha gustado, ¿dónde hay más?: Dog of Man de David Firth también está por ahí (como corto, no serie), aunque es más desagradable y menos interesante. Ha dirigido varias cosas más, que se pueden hallar en su canal y que van en la misma línea de esta. Y hace poco descubrí Don’t Hug Me, I’m Scared, que también es un poco asín inquietante aunque en otros derroteros, gracias al blog La llave y la puerta.

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