jueves, 26 de marzo de 2015

Historias corrientes (2010-)



-"¡Skips va a quedarse de piedra cuando venga y nos vea completamente desnudos!
-No es ese tipo de fiesta, Musculitos.
-Oh... no encendáis las luces..."


Cuando J. G. Quintel sacó su corto piloto de Historias corrientes allá por 2008, Cartoon Network sabía que estaba apostando de forma arriesgada con algo con poco o ningún sentido dentro de la franja horaria del canal, pero a la vez reforzaba el nuevo ideal y concepto de la animación americana surrealista y desenfrenada. Dos años después, el proyecto estaba ya en marcha.

2010 fue, pues, un año especial y de grandes alegrías para la franquicia, pues dos de sus series más famosas de la actualidad (Historias corrientes y Hora de aventuras) vieron la luz, y ambas de forma exitosa y convirtiéndose en objeto de aplauso entre la crítica y el público más exigente. Comenzaba oficialmente una edad de oro de la que Cartoon Network parece no querer salir, y que les ponía al frente de la animación de primer nivel no japonesa en la segunda década del siglo XXI.

No obstante, las increíbles y extravagantes aventuras del arrendajo Mordecai y el mapache Rigby siguen un patrón que no ha variado prácticamente durante su emisión, salvo en episodios puntuales donde se explora un cierto desarrollo emocional de los protagonistas. La vida en el parque que viven estos dos vagos de remate siempre se ve afectada por acontecimientos externos sin ningún puñetero sentido, donde de cualquier situación simple y sin chicha nacen las historias más locas y disparatadas posibles.



He ahí la gracia de una serie que engancha a la audiencia por el mero de hecho de disfrutar, reír y descubrir qué nuevas peripecias se sacan los guionistas de la manga. Mordecai y Rigby trabajan (a su manera) y viven en el parque de la ciudad, bajo la supervisión de su jefe, Benson, una máquina expendedora de caramelos viviente. ¿Confundido? Tranquilo, no hemos hecho más que empezar.


Junto a ellos se encuentran una ristra de personajes a cual más extravagante y carismático: Skips, una especie de yeti inmortal cuya sabiduría es infinita, es capaz de arreglar cualquier problema y anda dando ridículos saltitos (tiene su explicación en un capítulo tan maravilloso como triste); Pops, un ser, cuanto menos, curioso, con una enorme cabeza y un bigote shakesperiano que tiene la mente de un niño de 6 años; Musculitos, el miembro más gamberro y descarado de la banda, con una obsesión implícita por "su madre"; y el Fantasma Chócala, que es, literalmente, lo que su nombre indica. Lo sé, alguien ha tomado demasiado peyote...

En base a esta irreverente pandilla, las tramas se desenvuelven entre acontecimientos y eventos que aparentemente tienen una lógica y un trasfondo entendible, pero que comienzan a complicarse hasta derivar en una jodida locura mental y sideral. La misma Muerte dando un rule en ciclomotor, unicornios matones, un meteorito parlante y a la vez gobernante de la "Friendzone"... puede parecer demasiado para las cabezas, pero los videntes de la serie os lo pueden confirmar: mola demasiado para ser verdad.


Los episodios tienen la duración media que utiliza Cartoon Network para sus series (unos 11 minutos), pero están tan bien desenvueltos y enganchan tanto que la única sensación que queda al final es la de querer más. Más idas de la olla, sorprendentes e inteligentes moralejas (palabrita del niño Jesús que esto es verdad), chistes muy bien hilados e ingeniosos que se meten con la cultura general a cascoporro y una continuidad puntual y que importa realmente poco (prácticamente puedes verte cualquier capítulo suelto y no tendrás problemas para seguir la serie). Pero eso no es lo mejor.

Y es que, evidentemente, una serie no funciona si sus protagonistas no tienen la fuerza suficiente como para que la audiencia empatice con ellos. En el caso de Mordecai y Rigby, la fórmula es tan sencilla como eficaz. El primero (doblado por el mismo J. G. Quintel) es una buena persona, tímido, sensato y divertido cuando quiere, con un terrible problema a la hora de relacionarse con las mujeres (especialmente con su gran amor, Margaret) y siempre intentando buscar el bien común. Eso contrasta con la antítesis que es su mejor amigo Rigby, quien generalmente le llevará a meterse en más de un problema debido a su carácter loco, imprudente, directo y desenfrenado. Eso sí, los dos se parecen en una única cosa: les encanta tocarse los huevos a dos manos, para desesperación de Benson, al que sacan de sus casillas fácilmente. Y si la cosa se les va de las manos o surge algún incidente bizarro y fuera de lugar, siempre acuden a la misma persona: el bueno de Skips, al que en la versión original dobla magistralmente el gran Mark Hamill.


Para amenizar los capítulos, por si fuera poco, J. G. Quintel y su equipo nos ofrecen un banda sonora ochentera (década en la que la serie se inspira cosa mala) con temas de bandas y artistas de una enorme calidad (Pat Benatar, Queen, Mountain, Bonnie Tyler, Poison, Kenny Loggins...), que van que ni pintados a las situaciones varias de los episodios, que además satirizan situaciones reales y temas tabú que esconden con sutiles metáforas (como los efectos de las drogas o la hipocresía política).

Dejando todas estas bondades a un lado, lo cierto es que la serie ha ido sufriendo un sutil pero evidente desgaste, especialmente en las últimas temporadas. Si bien es de agradecer ver a los personajes interactuar y madurar con las situaciones a las que se enfrentan, en el tema de las relaciones sentimentales la cosa parece habérseles ido de las manos, (cuidado, SPOILERS), especialmente con cierto triángulo amoroso del que están tirando últimamente y que acaba haciéndose cansino y molesto. Porque no viene a cuento, porque no aporta algo especial a la trama y porque, pese a que el show a veces muestra un notable realismo a la hora de enfrentar los problemas, transformar las tramas en puras sitcoms románticas que, además, cabrean a la audiencia (caída en los mismos errores, personajes sufriendo por la necesidad de estirar amoríos) no ayudan con el asunto. Eso y que las curradas e inverosímiles tramas ya no son tan brillantes como en temporadas precedentes, un fenómeno que ya se vio en Los Simpsons y que esperamos no destruya la calidad de la serie. De momento, lo único claro es que otea en el horizonte un futuro largometraje que verá la luz en 2016-2017 y que esperamos ponga a Historias corrientes donde se merece.


Y ya para terminar, no está de más echarle un vistazo al doblaje en nuestro idioma, realmente bueno y convincente, con voces excelentes y que les van como anillo al dedo a los personajes (Eduardo Bosch como Mordecai, Rafa Romero como Rigby o el gran Juan Amador Pulido poniendo la voz a Benson). Si tuviera que señalar algo molesto serían las traducciones exageradas pretendiendo acercar un mensaje "juvenil" y "que te pasas". Expresiones que a veces quedan muy bien y otras rozan el ridículo, pero que se pasan por alto gracias a la calidad de los actores.

Una lástima, dicho todo lo anterior, que el único canal de la TDT por el que podemos ver las andanzas de Mordecai y Rigby sea Boing, fiel a su estilo de repetir episodios hasta el hastío, no seguir una continuidad que agrade a la audiencia y, para colmo de los colmos, censurar todo lo que se precie (un ejemplo es el diálogo que he usado al comienzo de la crítica), algo que ya había hecho en Hora de aventuras y que ahora sufre la no poco menos genial Steven Universe. Si la cosa molesta (se entiende), verse los episodios por la red, doblados o no, siempre ayuda, aunque en España apenas hemos empezado la quinta temporada cuando en Estados Unidos están en mitad de la sexta.




De todas formas, si lo que necesitas es un kit-kat después de un día duro que te haga sacar tu mejor sonrisa disfrutando de la más divertida y genial incoherencia, Historias corrientes es tu serie. Inventiva, arriesgada, deliciosamente bizarra y con unos diálogos simples pero a la vez soberbios, sólo nos queda esperar a que Quintel y su camada sigan haciendo de nuestras vidas un lugar ochentero, extravagante y mejor.


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