lunes, 28 de abril de 2014

Nicky, la aprendiz de bruja (1989)


"Una bruja sin gato negro no es una bruja de verdad"


Hace apenas unos días que se estrenó en España El viento se levanta, la última obra del ya inmortal Hayao Miyazaki. Y si bien Spartan George y yo aún no hemos ido a verla (nos reservamos a esta semana para degustarla y decidir quién hace la crítica), yo por mi parte he querido detenerme en uno de los trabajos menos conocidos aquí en España de su extenso y magistral catálogo. 

Tan solo un año después de estrenar su maravillosa Mi vecino Totoro, Miyazaki giró su temática hacia una historia de madurez, el miedo a echar a volar, la amistad, la fantasía y el gusto por las buenas personas, algo esto último que la protagonista de Nicky, la aprendiz de bruja encarna a la perfección. Y al igual que ocurre con la mágica cinta protagonizada por las hermanas Satsuki y Mei, la historia de Nicky no es lo mejor que ha parido el dibujante nipón en cuanto a película, pero en sí no deja de ser una pequeña gran obra maestra.

La trama se desarrolla centrándose en las aventuras de Nicky (Kiki en Japón, entiéndase el cambio en la traducción), una joven bruja que acaba de cumplir 13 años, lo que significa que le ha llegado el momento de buscar una ciudad para vivir, completar su entrenamiento y ser adoptada como la bruja del lugar. Tras dejar el hogar de sus padres en compañía de su gato negro, Jiji, acabará volando hasta una metrópoli donde conocerá a personas que la ayudarán a asentarse y a saber valerse por sí misma y con las que trabará una gran amistad, como el joven Tombo, la panadera Osono, la gentil Madame Dorsa...

En sí, y como película, Nicky, la aprendiz de bruja no se desapega demasiado del tono infantil de Mi vecino Totoro, aunque aquí aporta y destaca temas que Miyazaki trata por primera vez, como la independencia, la gentileza, el crecimiento personal y la siempre acertada visión del cineasta, que impregna a sus principales personajes de un aura de ternura y carisma extraordinarios. 


¿Es esto algo positivo? Pues siempre depende del gusto del espectador, y en concreto yo una vez que vi la película reconocí sus virtudes, aunque también observé que no había ejercido un destacamiento muy grande en mi cerebro pensante. Pero pasados varios días y consultándolo con la almohada, volví a visionarla y empecé a darme cuenta de que Nicky no solo es una entretenida aventura, sino que también es un maravilloso alegato a la defensa de un mundo mejor, donde las grandes personas pueden dar lo mejor de sí mismas, encontrarse y fabricar un universo donde impere el sentido común, la amistad, el respeto y el compromiso.

Y si bien el ritmo no acaba de cuajar completamente a la hora de desarrollar todo el trasfondo argumental, la película se deja ver perfectamente y, es más, si eres paciente y observador, podrás captar y sentir todas las brillantes lecciones que el maestro japonés dedica a la infancia, como la crítica al consumo o al olvido y abandono de los mayores (con una desgarradora secuencia durante la peli), el canto al esfuerzo y a la ayuda entre las personas para alcanzar metas mayores, el apoyo de los que más te quieren y viceversa... 

Todo ello enfrascado en 100 minutos muy bien aprovechados y en los que acompañaremos a Nicky mientras aprende cosas nuevas sobre el lugar y se relaciona con las gentes de la ciudad. Y ya que estamos hablando de Nicky, he de decir que no recuerdo un personaje tan adorable y tan querido. Lo pensé cuando terminé de ver la peli y lo digo ahora: Nicky es la hija que todos querríamos tener. La pequeña es puro amor, bondad, ternura y cariño, y es muy disfrutable ver cómo durante el desarrollo pierde su inicial timidez e inocencia y cómo entabla relaciones con Osono, la pintora Úrsula o la anciana Madame Dorsa, que se convierten en profundas y sinceras amistades.


También es muy placentero observar la adquisición de confianza por parte de la protagonista. Nicky no se ve a sí misma como guapa, odia sus oscuros ropajes de bruja y se siente inferior a las chicas de su edad. He ahí otro genial mensaje de Miyazaki y que Nicky acabará descubriendo: las mejores personas, las que tienen el corazón más blanco y puro, no necesitan de joyas, zapatos o un vestido a la última para verse hermosas, porque tan solo el ser como son las hace únicas. 

Para acabar en cuanto a personajes, el elenco se completa con el gato de Nicky, Jiji, que si bien al principio parece la versión japonesa del Salem de Sabrina, al final acaba convirtiéndose en un secundario más complejo, profundo y en un gran apoyo de Nicky cuando se le necesite. Y también tenemos al pequeño Tombo, un joven activo y de buen corazón apasionado por la aviación y que parece la representación de la niñez de Miyazaki sobre el papel.

Por otra parte, la trama se desarrolla mediante una tranquilidad y sosiego nada aburridos gracias a las vivencias de Nicky, si bien al final podemos encontrar una "historia" más seria y aventurera que otorga la tensión justa en un clímax francamente bueno, aunque en sí poco espectacular, acorde a la línea marcada por Mi vecino Totoro, pero en una proporción más grande y épica.


Y en cuanto al apartado técnico, ciertamente hay poco que decir en este aspecto. La animación es increíble para la época, con parajes detallados y diversos y colores vivos, y con unas magníficas secuencias de vuelo sobre escoba (que se ven durante buena parte del metraje) que nos recuerdan lo mucho que le mola a Miyazaki eso de volar. Y a nosotros también, qué demonios.

La música de Joe Hishaishi, sin ser un trabajo destacado, cumple con su cometido a la perfección y el doblaje en castellano es soberbio, en especial el de Nicky, donde la voz de Cristina Yuste (Arriety en Arriety en el mundo de los diminutos) le otorga el toque de dulzura perfecto a la protagonista. También podemos observar que las canciones originales gozan de una buena traducción y son más que correctas, si bien yo, personalmente, creo que lo más sensato habría sido dejarlas como estaban en su idioma original.

En resumen, Nicky, la aprendiz de bruja no estará en el Olimpo de la obra de Miyazaki, pero sigue siendo distinta y extraordinaria en sí misma. Con unos personajes inolvidables, una protagonista modelo, una historia que ensalza los mejores valores del ser humano y una brillante puesta en escena, las aventuras de la joven bruja son una parada obligada para todo aquel amante de la buena animación y de la constancia de que un mundo mejor es posible. ¿Por qué no?

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LO MEJOR: personajes, compromiso y enseñanza de valores humanos y apartado técnico.

LO PEOR: su toque infantil y pausado puede no gustar a todo el mundo. Un final ligeramente forzado.


NOTA: 8,25/10. Como "obra menor" de la filmografía de Miyazaki, sigue siendo en sí un diamante en bruto. Otra joya de la animación japonesa de los 80.

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