sábado, 22 de marzo de 2014

Gallipoli (1981)


“¿Qué son tus piernas? Muelles de acero, ¿Y qué van a hacer? Llevarme a toda velocidad, ¿A qué velocidad puedes correr? A la de un leopardo, ¿Y a qué velocidad vas a correr? A la de un leopardo”

Peter Weir mola. Es un hecho tan palpable que me parece incluso insultante el recordarlo. Lo demostró en Único testigo y en La costa de los mosquitos. Lo demostró en la reciente y muy memorable Camino a la libertad. Lo demostró en El show de Truman. En Master and Commander: al otro lado del mundo. En El año que vivimos peligrosamente. En El club de los poetas muertos. Rediez, lo ha demostrado tantas veces que ya he perdido la cuenta de ello.

Así y todo, y con tantas cintas memorables, la que sin duda quedará para mi recuerdo, unida de forma imborrable a su nombre, es una de sus “primeras obras” (el cuarto largometraje que dirigía, aún así), antes de su gran salto al estrellato y a Hollywood, donde supo reinventar su manera de hacer cine sin perder su esencia.


Personalmente, ambas etapas me gustan, aunque prefiero esos primeros años con sus cintas de ritmo lento y pausado, centradas en la figura de un jovencísimo Mel Gibson (en Gallipoli y El año que vivimos peligrosamente), y que no tienen el menor pudor a la hora de tratar temas de gran dureza con concisión y sin tapujos.

Ese tema, en este caso, es el de la guerra, y concretamente, el de la Primera Guerra Mundial. Weir nos pone en esta cinta ante un episodio bastante olvidado: la batalla de Gallipoli, donde tropas turcas masacraron a voluntarios australianos del ejército británico, que pretendieron una ofensiva casi imposible y donde se convirtieron en poco más que carne de cañón.

El drama bélico lo protagonizan aquí dos jóvenes atletas que traban amistad durante una competición, y que ven unidos sus caminos en una relación que muchos califican de pseudo-homosexual, como en los compases previos de Brokeback Mountain... pero que a mí jamás me lo ha parecido. Weir se sirve de ambos jóvenes para usarlos como metáfora de dos posturas totalmente contrapuestas: la del antibelicismo que opina que Australia no pinta nada en el conflicto (representada por Mel Gibson, que mucho cariño a los ingleses no les tiene), y la del que va a la guerra ilusionado y con fervor, convencido de que lucha por algo noble y puro (que ejemplifica un Mark Lee que hizo aquí un papelón y luego desapareció del mapa).

La historia va cimentando poco a poco ambas posturas, haciendo que cada vez más se vayan solapando la una sobre la otra, hasta quedar en un punto medio (más cerca del antibelicismo) que llega a su culmen en los últimos compases de la película. El desarrollo de esta historia es bastante lento, y supone una de las principales quejas a una cinta con un ritmo narrativo muy poco actual, pero también bastante habitual en Weir (en Camino a la libertad, por ejemplo, es muy similar).

Sea para bien o para mal ese ritmo, algo que dependerá bastante de gustos (a mí no me suelen atraer, aunque en esta cinta me encandila, y ahora explicaré por qué), lo que queda claro es que ello le sirve al director australiano para dejar muy patente un trasfondo de la película presente a cada plano: por una parte, el clarísimo mensaje de lo absurdo de la guerra; por otra, la importancia del sacrificio y de la amistad, que se configura en torno a los dos personajes principales.

Por otra parte, también en ese ritmo se funda una de las cosas por las que creo que supone un gran acierto: la ambientación. El desarrollo de la cinta no solo es lento, sino en alguna ocasión pesado, sí, pero eso sirve para crear el ambiente opresivo que se busca, en la recreación del norte de África y de las planicies interiores de Australia, reflejadas con una maestría ejemplar.

Es más, resulta muy destacable el reflejo que Weir, como australiano que es, logra hacer de las dos caras de su país: el interior menos desarrollado, y las zonas costeras, que incluso en el oeste australiano tienen enclaves bastante más avanzados (como Perth) que su entorno. Me encanta la escena en que en mitad de la cuenca del lago se topan con un nómada que no sabe absolutamente nada de la guerra, que se había declarado ya varios meses atrás, y que no comprende lo que tienen que ver en ella los australianos.

Ese ritmo opresivo logrado con la ambientación se aligera con lo que sin duda me atrajo más de la película desde un primer momento: la música. Weir hace una combinación curiosísima en la que se entremezclan las composiciones del australiano Brian May (que no, no es el de Queen), el Adagio en G menor de Albinoni y, sobre todo, diferentes piezas del Oxygène de Jean-Michel Jarre, que dotan a las escenas de carrera en que aparecen de un clima etéreo y con una personalidad increíble.

Por otra parte, el desarrollo va cimentando poco a poco una historia que comienza con algo desenfadado y alegre lleno de frases memorables, pero que se va haciendo cada vez más oscuro, hasta que el cambio final llega a las puertas de la batalla. A partir de entonces, la tragedia de la película va in crescendo, culminando en diez minutos finales con una tensión dramática difícilmente superable (aunque predecible en su curso), y un último plano que ya es todo un clásico en la historia del séptimo arte.

En general, fue este último aspecto el que más me impactó de la película la primera vez que la vi. Oxygène fue uno de los discos de mi infancia, que recordaba de forma indeleble al haberlo oído mil veces por casa, y verlo acompañando a unas escenas tan duras y trágicas como las del final de esta cinta me caló profundamente. Quizás por eso me llega mucho más que a otras personas, y le perdono lo lento del ritmo y su desarrollo.

Recomendada, sin duda, aunque no fácil de digerir.

Allez-y, mes ami!

Buenos días, y buena suerte.

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LO MEJOR: las escenas con música de Jean-Michel, así como ese clímax final.

LO PEOR: un ritmo en ocasiones demasiado denso.

NOTA: 8,25/10. Una de mis películas favoritas en ese conflicto que es la Primera Guerra Mundial, y con un uso de la música que me parece inolvidable y me recuerda al de otras obras geniales como Lady Halcón (donde llama más la atención, al ser una cinta de fantasía medieval con música de Alan Parsons).

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Tráiler (en inglés, y con calidad chunga... pero es que buscaba el original, donde usen la música de JMJ)

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