“¿Qué son tus
piernas? Muelles de acero, ¿Y qué van a hacer? Llevarme a toda velocidad, ¿A
qué velocidad puedes correr? A la de un leopardo, ¿Y a qué velocidad vas a
correr? A la de un leopardo”
Peter
Weir mola. Es un hecho tan palpable que me parece incluso insultante el
recordarlo. Lo demostró en Único testigo y
en La costa de los mosquitos. Lo
demostró en la reciente y muy memorable Camino
a la libertad. Lo demostró en El show
de Truman. En Master and Commander:
al otro lado del mundo. En El año que
vivimos peligrosamente. En El club de
los poetas muertos. Rediez, lo ha demostrado tantas veces que ya he perdido
la cuenta de ello.
Así
y todo, y con tantas cintas memorables, la que sin duda quedará para mi recuerdo,
unida de forma imborrable a su nombre, es una de sus “primeras obras” (el
cuarto largometraje que dirigía, aún así), antes de su gran salto al estrellato
y a Hollywood, donde supo reinventar su manera de hacer cine sin perder su
esencia.
Personalmente,
ambas etapas me gustan, aunque prefiero esos primeros años con sus cintas de
ritmo lento y pausado, centradas en la figura de un jovencísimo Mel Gibson (en Gallipoli y El año que vivimos peligrosamente), y que no tienen el menor pudor
a la hora de tratar temas de gran dureza con concisión y sin tapujos.
Ese
tema, en este caso, es el de la guerra, y concretamente, el de la Primera
Guerra Mundial. Weir nos pone en esta cinta ante un episodio bastante olvidado:
la batalla de Gallipoli, donde tropas turcas masacraron a voluntarios
australianos del ejército británico, que pretendieron una ofensiva casi
imposible y donde se convirtieron en poco más que carne de cañón.
El
drama bélico lo protagonizan aquí dos jóvenes atletas que traban amistad
durante una competición, y que ven unidos sus caminos en una relación que
muchos califican de pseudo-homosexual, como en los compases previos de Brokeback Mountain... pero que a mí
jamás me lo ha parecido. Weir se sirve de ambos jóvenes para usarlos como
metáfora de dos posturas totalmente contrapuestas: la del antibelicismo que
opina que Australia no pinta nada en el conflicto (representada por Mel Gibson,
que mucho cariño a los ingleses no les tiene), y la del que va a la guerra
ilusionado y con fervor, convencido de que lucha por algo noble y puro (que
ejemplifica un Mark Lee que hizo aquí un papelón y luego desapareció del mapa).
La
historia va cimentando poco a poco ambas posturas, haciendo que cada vez más se
vayan solapando la una sobre la otra, hasta quedar en un punto medio (más cerca
del antibelicismo) que llega a su culmen en los últimos compases de la
película. El desarrollo de esta historia es bastante lento, y supone una de las
principales quejas a una cinta con un ritmo narrativo muy poco actual, pero
también bastante habitual en Weir (en Camino
a la libertad, por ejemplo, es muy similar).
Sea
para bien o para mal ese ritmo, algo que dependerá bastante de gustos (a mí no
me suelen atraer, aunque en esta cinta me encandila, y ahora explicaré por
qué), lo que queda claro es que ello le sirve al director australiano para
dejar muy patente un trasfondo de la película presente a cada plano: por una
parte, el clarísimo mensaje de lo absurdo de la guerra; por otra, la
importancia del sacrificio y de la amistad, que se configura en torno a los dos
personajes principales.
Por
otra parte, también en ese ritmo se funda una de las cosas por las que creo que
supone un gran acierto: la ambientación. El desarrollo de la cinta no solo es
lento, sino en alguna ocasión pesado, sí, pero eso sirve para crear el ambiente
opresivo que se busca, en la recreación del norte de África y de las planicies
interiores de Australia, reflejadas con una maestría ejemplar.
Es
más, resulta muy destacable el reflejo que Weir, como australiano que es, logra
hacer de las dos caras de su país: el interior menos desarrollado, y las zonas
costeras, que incluso en el oeste australiano tienen enclaves bastante más
avanzados (como Perth) que su entorno. Me encanta la escena en que en mitad de
la cuenca del lago se topan con un nómada que no sabe absolutamente nada de la
guerra, que se había declarado ya varios meses atrás, y que no comprende lo que
tienen que ver en ella los australianos.
Ese
ritmo opresivo logrado con la ambientación se aligera con lo que sin duda me
atrajo más de la película desde un primer momento: la música. Weir hace una
combinación curiosísima en la que se entremezclan las composiciones del
australiano Brian May (que no, no es el de Queen), el Adagio en G menor de Albinoni y, sobre todo, diferentes piezas del Oxygène de Jean-Michel Jarre, que dotan
a las escenas de carrera en que aparecen de un clima etéreo y con una
personalidad increíble.
Por
otra parte, el desarrollo va cimentando poco a poco una historia que comienza
con algo desenfadado y alegre lleno de frases memorables, pero que se va
haciendo cada vez más oscuro, hasta que el cambio final llega a las puertas de
la batalla. A partir de entonces, la tragedia de la película va in crescendo,
culminando en diez minutos finales con una tensión dramática difícilmente
superable (aunque predecible en su curso), y un último plano que ya es todo un
clásico en la historia del séptimo arte.
En
general, fue este último aspecto el que más me impactó de la película la
primera vez que la vi. Oxygène fue
uno de los discos de mi infancia, que recordaba de forma indeleble al haberlo
oído mil veces por casa, y verlo acompañando a unas escenas tan duras y
trágicas como las del final de esta cinta me caló profundamente. Quizás por eso
me llega mucho más que a otras personas, y le perdono lo lento del ritmo y su
desarrollo.
Recomendada,
sin duda, aunque no fácil de digerir.
Allez-y,
mes ami!
Buenos
días, y buena suerte.
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LO
MEJOR: las escenas con música de Jean-Michel, así como ese clímax final.
LO
PEOR: un ritmo en ocasiones demasiado denso.
NOTA:
8,25/10. Una de mis películas favoritas en ese conflicto que es la Primera
Guerra Mundial, y con un uso de la música que me parece inolvidable y me
recuerda al de otras obras geniales como Lady
Halcón (donde llama más la atención, al ser una cinta de fantasía medieval
con música de Alan Parsons).
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Tráiler (en inglés, y con calidad chunga... pero es que buscaba el original, donde usen la música de JMJ)
Tráiler (en inglés, y con calidad chunga... pero es que buscaba el original, donde usen la música de JMJ)
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