martes, 25 de septiembre de 2012

Fahrenheit 451 (1966)



Pórtate como un hombre, joven Ridley. Por la gracia de Dios encenderemos hoy en Inglaterra tal hoguera que confío en que jamás se apagará

Las adaptaciones de obras literarias al cine siempre han sido un terreno muy peliagudo, algo peligroso. Normalmente, las obras que se consiguen son muy agradecidas, especialmente cuando se trata de adaptaciones de libros especialmente conocidos (El señor de los anillos, Harry Potter…) y el producto tiene un público objetivo muy amplio, que suele ser el caso. Sin embargo, en la otra cara de la moneda, te enfrentas siempre al problema del debate entre la fidelidad a la obra original, las licencias que te permites y la búsqueda de la mayor calidad en la adaptación. A menudo, una buena película basada en un libro es tremendamente criticada por alejarse demasiado del original; tanto es así, que muchas veces tenemos que cambiar el matiz de “basada en” por “inspirada en” (con obras tan conocidas como Blade Runner, incluso, pasaría algo parecido…).

El caso es que, aunque normalmente la obra literaria suele ser mejor que su posterior adaptación (hay excepciones, como la misma Blade Runner), hay veces que es difícil aceptar eso, ya sea por la película en sí o por los nombres míticos del cine que se asocian a ella. Por otra parte, tengo la teoría de que, normalmente, la primera versión que ves (audiovisual o escrita) es la que más te gusta: a mí, por ejemplo, me está pasando ahora mismo con Juego de Tronos; como vi primero la serie, pues me parece mejor que el libro (debo de ser de los pocos seres humanos que opinan así).

¿Y a qué viene toda esta introducción, os preguntaréis? Pues viene a que la cinta que os traigo hoy se encuentra en ese frágil umbral entre la grandeza y el delirio de quien la firma. Basada en la famosa novela de Ray Bradbury (ya hice hace unos meses una crítica del libro en mi otro blog, La Pluma Rota), la dirige uno de los directores más personales, más impresionantes y más injustamente desconocidos por el público medio de la historia: el francés François Truffaut, artífice de títulos imborrables del séptimo arte como… no sé qué destacar, la verdad. Besos robados, El pequeño salvaje, El último metro… Fue uno de los iniciadores de la Nouvelle vague, y creo que eso ya basta para adorarle.

Fahrenheit 451 fue la décima película del director, estrenada en 1966, solo once años después de su primer film, Une visite, lo que ya da una idea de lo prolífico que era el francés. También fue la primera película en color que hizo, así como la única rodada en inglés. La historia sigue de cerca al argumento de Bradbury: en una sociedad futurista, leer se ha convertido en un delito, y los cuerpos de bomberos tienen como única misión llevar al fuego todo libro que encuentren. El protagonista, Guy Montag, es un bombero que adora su profesión, hasta que conoce (cómo no) a una chica bastante rara, un espíritu libre que le hará dudar de todo en lo que creía hasta ese momento.

Si bien las ideas y el argumento apenas se despegan, por lo general, del texto original de Bradbury, sí que hay varios cambios de gran importancia. El personaje de Clarisse, por ejemplo, está presente toda la película (en el libro no sucede así), y es mucho más cercano al protagonista (entre otros muchos cambios… en la película es profesora de colegio, mientras que en el libro era estudiante; en la película vive sola con su tío y en el libro vive con más familiares…); por otra parte, la mujer de Montag, Linda, no está tan enfrentada a él como en el libro, y el jefe de bomberos es un personaje más plano que en el papel. Por otra parte, el compañero de Montag en la novela, Faber, no aparece en la película, lo que resulta bastante curioso.

Los cambios, sin embargo, no minan la calidad del film, que el propio Bradbury revisó en todo momento; de hecho, muchos de los cambios fueron propuestas suyas para limar asperezas de la historia. La eliminación de la última escena, por ejemplo, que en libro resulta mucho más imponente (inesperada, incluso), y que tiñe el final de un tono más depresivo que el que vemos en la película. Echo de menos, sin embargo, la sub-trama introducida en el libro del Sabueso Mecánico, que juega un papel bastante importante en el libro, a pesar de resultar bastante extraña (se quedan muchas incógnitas sin resolver), pero que en la película no aparece por ningún lado.

Los temas que se tratan en esta, sin embargo, sí que son los mismos que en el libro, con ciertos matices. Se nos presenta, en ambos casos, a una sociedad distópica, aborregada por el control de los poderosos y totalitaria, si bien cada versión tiene matices que le son propios, muy curiosos. En el libro, por ejemplo, la TV absorbe y tiene abotargadas por completo las mentes de la población y, si bien en la película también se ve así, es mucho menos acusada la crítica (no hay más que ver cómo, en el libro, el matrimonio Montag va camino de instalar su cuarta pared-televisor en el salón, mientras que en la película todavía solo plantean instalar una segunda). Por otra parte, y aunque pareciera más abierta en otros aspectos, el totalitarismo da la impresión de ser mucho más férreo: me parece mítica una escena en que unos policías detienen por la calle a un tío con melena y, al grito de “¡Mugriento, mugriento!”, le rapan por completo la cabeza.

Asimismo, la película es clarísimamente hija de Truffaut. Técnicamente es una exquisitez, con una fotografía preciosa y un simbolismo brutal (a saber de qué, pero oye, ahí está, por si alguien lo entiende) en cada plano; los créditos son un ejemplo claro: en una película que se desarrolla en una sociedad en la que está prohibido leer, los créditos están narrados, y toda palabra escrita que se ve a lo largo de la película se encuentra en los libros que se queman. Las actuaciones, la verdad, me parecen un poco sosas, quizás porque no estoy acostumbrado al cine francés; tengo que decir, eso sí, que Julie Christie, haciendo al mismo tiempo los papeles de Linda y Clarisse, está inmensa (además de guapísima, ya que lo mencionamos).

Es, sin duda, una versión muy personal de la obra original, pero tan fuerte como ésta. No es una adaptación fiel, cierto, pero sí que es una adaptación magnífica. Y, además, un hito en la carrera de Truffaut, así como un clásico del cine francés.

Allez-y, mes ami!

Buenas tardes, y buena suerte.

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LO MEJOR: la interpretación de Julie Christie es muy buena, la fotografía es preciosa, y la dirección de Truffaut muy sólida. El conjunto en general es maravilloso, gracias en buena parte a un argumento y un final fantásticos, teñidos de una crítica muy acertada.

LO PEOR: el simbolismo de las escenas (sé que está ahí porque es evidente, se palpa) es tan sutil o surrealista que no llego a entenderlo. Y hay aspectos de la película, como algunas actuaciones o escenas, un tanto sosas.

NOTA: 8,5/10. Una de las mejores adaptaciones literarias que jamás he visto, sin duda.

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Tráiler en inglés (bastante... raro, la verdad)

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