martes, 14 de octubre de 2014

Gladiator (2000)



“Máximo, te aclaman a ti: el General que se convirtió en esclavo, el esclavo que pasó a ser gladiador, el gladiador que desafió a un Imperio. Una historia asombrosa. Ahora el pueblo quiere saber cómo acaba la historia. Sólo se conformará con una muerte memorable…”

NOW I AM BECOME SPOILER, THE DESTROYER OF FILMS.

No he ocultado nunca mi predilección por Ridley Scott, un hombre que, a pesar de estar en mi top 5 de directores favoritos, y a pesar de que me gusta Prometheus (algún día tendré que defenderla en una crítica, aunque no haga falta, puesto que Roger Ebert y Doug Walker ya lo han hecho), creo que empieza a chochear. Sus películas en el nuevo milenio o me gustan (Black Hawk derribado, Un buen año, American Ganster y recuerdo que Los impostores me moló bastante cuando la vi hace muchos años) o me parecen decentes sin más (El reino de los cielos, Robin Hood), y tengo muchas ganas a algún nuevo proyectos (como la rumoreada Halo: Nightfall), pero… ¿Exodus? Huele a mierda a kilómetros. ¿Prometheus 2? Después de lo que quieres hacer con ella, ni lo sueños. ¿Blade Runner 2? VETE AL INFIERNO.

Gustándome o no, está claro que no es el cine reciente de Scott el que le ha convertido en un gran director, sino que su cenit le llegó en los mismos años en que triunfaba la trilogía original de Star Wars: entre el ’77 (Los duelistas), y el ’82 (Blade Runnner, su obra que se come a todas las demás), con el parón de la para mí honrosa segunda mejor película de este hombre, Alien: el octavo pasajero, en 1979. Luego, vinieron algunos años de hacer cintas más o menos buenas, pero que quedaron cuasi olvidadas con el siguiente gran bombazo de Scott, ya en el 2000: Gladiator.

Cabe decir, en primer lugar, que se le atribuye erróneamente a esta cinta el resucitar un género épico que en realidad ya llevaba unos años de buen hacer, más o menos desde cintas como Leyendas de pasión, de Zwick y, sobre todo, Braveheart. Lo que sí resucita la cinta de Scott, y de manera magistral, es el péplum de temática romana, de donde bebe a rabiar (sobre todo, como resulta más que obvio, del trabajo de Kubrick en Espartaco), abriendo la veda para toda una serie de superproducciones épicas, alguna de las cuales incluso también suyas.


Pero vayamos al grano. La cinta nos sitúa en una época en la que poner fechas está de más, donde el Imperio romano es así como muy chachi pistachi, Marco Aurelio se dedica a conquistar y muere después de intentar ser menos troll de lo que fue en realidad. Básicamente, tiene un hijo que es un hideputa, y en lugar de convertirle a él en emperador, quiere que el poder pase a manos del queridísimo por todos general Máximo (el Marco Aurelio de la vida real era poquito más cabroncete). Y pasa lo que pasa.

A partir de entonces, la trama se centra en Máximo (Russell Crowe), que como es hispano va por ahí diciendo su cognomen antes que su praenomen y nomen, y que después de que asesinen a su hijo y su mujer (que parece ser emeritaugustana, pero es más andaluza que Lola Flores), se dedica a hablar con muertos, ser esclavo, gladiador, jurar venganza en esta vida o en la próxima, y querer matar fuertemente al usurpador Cómodo (Joaquin Phoenix), un tipo que va por ahí poniendo cara de tener una enfermedad venérea muy contagiosa, o ébola, riéndose en la puta faz del Senado, dando abrazos mortales a la peña y acosando mucho a su hermana, Lucila (Connie Nielsen), una bella dama cuyo mayor interés es que su hijo Lucio esté a salvo, y que por ello se dedica a conspirar contra el mayor psicópata homicida de Roma tanto como puede.

Esto es lo que opina Joaquin Phoenix del mundo en general.

Yo tampoco lo entiendo. Pero el párrafo anterior mola, porque no he utilizado ni un solo punto.

El caso es que no son los únicos personajes, ni por asomo. La cinta abunda en caras más o menos famosas, más o menos surcadas por cicatrices, barbas asín como seductoras y gente con pelucas un tanto travestidas a lo Nerón (David Hemmings es un tipo asín, de cejas peculiares). Por una parte, tenemos a Marco Aurelio, que como es Richard Harris y tenía que hacer de Dumbledore, pues muere pronto. Y a Próximo, que es Oliver Reed, y como el pobre murió mientras rodaban, le dedican la peli, donde también muere de manera muy chunga (a joderse, spoiler). Y luego está un tipo que fue Mr. Universo y hace de gladiador alemán ciclao. Y Djmon Hounsou, que antes cazaba gacelas cuando se aburría, pero ahora se regodea en que va a vivir más que Máximo.

El plantel lo cierran Lucio Vero, un chaval que alimenta los instintos asesinos de su tío así por la cara; Tommy Flanagan, que mola mucho porque se parece a Severus Snape; y Derek Jacobi, que no es Claudio, pero va por ahí haciendo cosas de senador. Y mogollón de esclavos sin rostro que van muriendo en la arena. También hay pétalos de rosas en lechos, y escarceos sexuales extraños con estatuas. Un poco Tommy Wiseau la cosa, si lo piensas.

A mí no me la coláis, aquí hay rollo sexual raro fijo.

La trama, básicamente, es lo que todos los péplum ofrecen: una cinta de aventuras de corte histórico que tiene que ver con la historia menos que el Incidente de Roswell. Como todo lo del género, vaya, pues esta debe ser la película más inexacta desde El león de Esparta; sin embargo, donde aquella lo que se pasaba por el forro era la ambientación, esta lo hace con la historia. Y es un problema, porque en lo que viene siendo ambientación (y si no contamos el papel impreso, los vaqueros, relojes de pulsera, bombonas de oxígeno y demás… al menos no están los tipos jugando al ajedrez de Quo Vadis?), pues la película mola fuerte, lo que puede llevar a pensar a alguien que tenga poca idea que es exacta históricamente hablando.

Algo que, por cierto, Ridley Scott se acuerda de desmentir al final de los créditos donde viene a decir que se ha pasado por el forro de sus cojones morenos toda verosimilitud histórica, y que si ha acertado en algo es mera coincidencia. Por si no se notara, vaya.

No importa mucho, la verdad. No se espera una producción con exactitud histórica. Lo que se pretende es crear un relato épico sobre la venganza, ver unas cuantas hostias a la romana y sensualidad asín antigua. Y salvo en el último aspecto, la película es de matrícula.

Todo se debe a cuatro cosas: una dirección firme (le valió a Scott su tercera nominación a los Oscar, y la más merecida de todas); unas grandes actuaciones (Crowe se llevó aquí el Oscar que se tenía que haber llevado al año siguiente por Una mente maravillosa, y aún seguimos indignados todos porque Phoenix no lo lograra ni aquí ni en En la cuerda floja) no solo por parte de los actores principales, sino del reparto de ensueño que tiene la cinta; un apartado audiovisual increíble (las recreaciones de Roma y el Coliseo son geniales, y la música de Zimmer, aunque es básicamente la que hará en Piratas del caribe, me sigue pareciendo la mejor banda sonora del compositor, o casi); y sobre todo, un guión con unos de los diálogos más citables de la historia del cine. Más que The Room. De verdad. Cuando tengo que elegir una frase para cabecera de reseña, habitualmente o no tengo que decidir, o dudo entre dos o tres. Para las reseñas de Gladiator (no es esta la primera que hago) siempre tengo al menos una docena de frases entre las que elegir.

¿Quién tiene un Oscar, señor DiCaprio? ¡Yo tengo un puto Oscar, mamón!

Oh, las peleas son la hostia. Y el final es muy memorable. Además, 300 fusiló muchísimas cosas de ella, y eso suele ser buena señal, creo.

Y básicamente, todo eso es lo que hace que esta sea la tercera mejor película que Ridley Scott hiciera en su carrera.

Allez-y, mes ami!

Buenos días, y buena suerte.

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LO MEJOR: las actuaciones son muy grandes, y el reparto uno de los mejores que se hayan reunido (porque no solo es bueno, sino que está muy bien dirigido). La música es inmensa. Es épica y espectacular hasta decir basta. La historia está muy bien llevada, y sabe emocionar. Los diálogos son de matrícula.

LO PEOR: mantiene una ambientación demasiado cuidada para lo mucho que le importa tres cojones la historia, algo que resulta un tanto absurdo (hay mil episodios igual de épicos e interesantes en la historia de Roma… este es una mezcla entre Espartaco, Cincinato y a saber qué). Aunque las interpretaciones son geniales, hay algún personaje un tanto bipolar, y en general están demasiado caricaturizados. Oh, y me toca mucho los cojones que se hable tanto de la antigua relación entre Máximo y Lucila, para que sobre ese pasado no se nos cuente absolutamente nada, ni siquiera en la versión extendida.

NOTA: 9,25/10. No le doy más nota porque ya digo que es la tercera mejor película de Ridley Scott, y tenemos que ser cautos. Si no estuvieran sus hermanas de por medio estaría en el 9,5 sin dudarlo mucho.

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